Universidad Autónoma de Querétaro
Facultad de bellas artes
Lic. En artes visuales
Historia social del arte
Karen Jasso González 3° semestre grupo 2
OLMECAS
· INTRODUCCIÓN:
Olmecas << Habitantes de la región del hule>>, no obstante de ser pueblos de distinta filiación étnica y lingüística, estaban unificados por una cultura común basada en principios sociales, religiosos, tecnológicos, y por ende artísticos semejantes. Un estilo de vida traducido a un estilo de arte cuya influencia se extendió por todos los ámbitos geográficos de Mesoamérica y creando las bases para el desarrollo de nuevas civilizaciones que, con el tiempo, adquirieron características propias.
La cultura olmeca se desarrollo en el periodo preclásico medio (1200 a.C. a 600 a.C.) principalmente en la región de la costa del golfo, su probable lugar de origen. Los rasgos culturales olmecas tuvieron una difusión alta en Mesoamérica y llegaron más allá del límite sur de dicha área, pues se encuentran hasta Panamá.
El término olmeca se utilizo por primera vez por Marshall H. Saville en 1929, para referirse a un estilo artístico particular; en la actualidad se emplea en relación a la cultura, siendo sus principales asentamientos los de San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes.
La cultura olmeca fue << una cultura madre>> como la llamo Alfonso Caso, madre de otras culturas como la maya, teotihuacana, la zapoteca, el tajín, entre otras.
· DESARROLLO:
En la actual republica mexicana, en la región que comprende la parte sur del estado de Veracruz y el oriente del estado de Tabasco, ahí vivieron los olmecas y fundaron sus ciudades y labraron sus esculturas; ahí nació la civilización de Mesoamérica. A esta región se le conoce como área metropolitana o área clímax, debido a que ahí se encuentran las que fueron acaso sus capitales: La venta, San Lorenzo, Laguna de los cerros y Tres Zapotes, en esa zona se concentra también el mayor número de monumentos escultóricos conocidos.
Las esculturas olmecas tanto las monumentales como las de menores dimensiones son el vehículo de expresión y el signo visible de una época de integración cultural.
San Lorenzo es el sitio con mayor antigüedad y el mejor estudiado por los especialistas.
En los aspectos de planificación y arquitectura los olmecas definieron lo lineamientos básicos que durante veinte siglos, surgían los pueblos pre colombinos: la cuidad sagrada como centro de la vida en comunidad, trazada sobre dos ejes perpendiculares dirigidas a los puntos cardinales.
Así mismo entre los olmecas se inicio la costumbre de superponer periódicamente las estructuras arquitectónicas, considerando para ello, con un criterio mágico-astronómico, los ciclos regulares de la dinámica celeste. A partir de las ciudades olmecas, en ninguna civilización prehispánica se destruyeron los viejos edificios para elegir otros nuevos. Siempre se construyo sobre lo construido. Las obras monumentales del México antiguo no tenían como razón de ser una moda o un impulso de renovación estilística modernizante, sino una motivación religiosa y mágica.
En todos los centros olmecas conocidos los montículos rodean a las plazas ceremoniales, hundidas, en mayor o menor grado, bajo el nivel sobre el cual las plataformas que las limitan se levantan.
Las exploraciones llevadas a cabo en el cerro de las mesas, en tres zapotes y la región de san Lorenzo, no dejan lugar a duda a este respecto.
En el extremo norte de la cuidad de la venta está situado un patio ceremonial limitado por plataformas que amanera de tenazas gigantes quiebran sus extremos hacia el eje central. Estas plataformas, cuyo núcleo de barro aparecían en los días de esplendor de la gran urbe recubierto en sus parámetros con tierras coloreadas y piedras pulidas, sirve de basamento a una fila de columnas de basalto empotradas verticalmente por uno de sus extremos, en tal forma que sugieren una inspiración directa de las estacadas de madera de los palenques defensivos.
Los arqueólogos excavaron en el corazón de las plataformas y encontraron un piso de dos metros de profundidad construido por adobes superpuestos en filas ordenadas, al fondo de este piso apareció una cruz formada por hachas pulidas de serpentina verde cuyos brazos marcaban las direcciones de los cuatro puntos cardinales. Se siguió con la excavación y al final la gran sorpresa: una máscara gigantesca de jaguar, coronada por un penacho de figuras romboidales y constituidas por más de cuatrocientas lajas de serpentina verde. Mosaico extraordinario que representa al dios principal del pueblo olmeca. La gran mascara, que descansaba en una casi increíble superposición de 28 pavimentos de piedras irregulares, tal vez en relación con el ciclo lunar, fue cubierta por sus mismos autores con el grueso piso de tabiques de barro, secados al sol y protegida finalmente, inmanentemente, mágicamente, por la cerca de columnas basálticas que aprese en la parte superior de las plataformas.
Cuando se habla de los olmecas, inevitablemente la imaginación recrea una imagen de una monumental cabeza de piedra con cara de niño y boca de tigre. Y no es que los olmecas solo hayan creado en escultura cabezas gigantes como las de la venta, tres zapotes y san Lorenzo, si no que en ellas, quizás como en ninguna otra obra se haya implicado el concepto formal, mítico y mágico, que esta cultura muestra en todas sus demás realizaciones.
Ya se trate de piezas diminutas, trabajadas en pastillaje a la manera arraicada sobre un núcleo de barro, o bien de figuras talladas en piedras finas; ya de estelas altares o cabezas enormes, la escultura olmeca tiene un estilo inconfundible que parte de un profundo sentimiento religioso comunitario. El estilo olmeca representa una concepción del cosmos fincada en valores absolutos.
Los hombres, según se infiere por la escultura, parecen haber sido hechos por un dios creador, si no a su imagen y semejanza. No dejan de ser significativas, a este respecto, las esculturas halladas en donde se representan el coito de un jaguar y una mujer, tendida sobre su espalda.
Tal vez en estas esculturas desgraciadamente incompletas, reside el misterio de la religión de los pueblos olmecas.
Ninguna de las cabezas se parece a otra. Todas son diferentes en expresión. En la venta hay una cabeza seria, de mirada profunda; otra contemplativa; otra más entre sus labios atigrados muestra los dientes en un rictus que tiene algo de sonriente o de feroz; el monumento cuatro es una cabeza con rasgos que denuncian algún trastorno mental en el personaje retratado y no es necesario pensar mucho para descubrir, en la deformidad de alguna de las pequeñas figurillas antropomorfas de jadeíta, que los personajes anormales eran considerados por los olmecas como recipientes de mágicos poderes. El monumento I de san Lorenzo con el ceño fruncido y una mirada infinita, muestra en los labios una extraordinaria sensualidad y el monumento 4, en este mismo sitio (obra maestra, la más prodigiosa entre las cabezas olmecas descubiertas hasta la fecha) surge todo un abismo de espiritualidad y misticismo interior. Rasgos, todo ellos, propios de sacerdotes imbuidos de un carácter inmanente de divinidad, representación perfecta de los titanes engendrados por el dios jaguar, que gobernaron en diferentes periodos las ciudades olmecas. En la venta el dios jaguar vivía por inmanencia mágica. Por eso se le protegió enterrándolo y defendiéndolo con un cerco de columnas de basalto en el patio ceremonial. No era necesaria su presencia visible para que su proyección espiritual llenara la atmosfera que respiraban sus adoradores. Sus intermediarios eran los sacerdotes que participaban de su naturaleza divina. La efigie de estos intermediarios no necesitaba proyección y es por ello que aparecía en las plazas, en las escalinatas y en los muros de las plataformas o de las pirámides en formas impresionantes por su monumentalidad; formas que denunciaban y perpetuaban su inminente labor de acercamiento entre el dios creador y el pueblo.
Al referirse a las cabezas olmecas de piedra, todas ellas de cerca de tres metros de altura y de varias toneladas de peso, gracias al empleado de la textura de la materia escultórica y al tratamiento sensual o geométrico, ya se trate de humanizar o de divinizar la representación, los olmecas pudieron lograr la monumentalidad y la grandiosidad que se hacen todavía más evidentes al observar estas últimas al lado de las obras de grandes proporciones en las reproducciones fotográficas.
En la escultura olmeca ritual de pequeño tamaño predomina la representación antropomorfa de dos tipos físicos, los dos, claro está, con características olmecas, cara de niño y boca de tigre, por una parte las figuras, pequeñas, rechonchas, de piernas cortas; por otra las figuras alargadas y esbeltas, un tanto fantasmales en su actitud, con las rodillas flojas y el cráneo deformado. Junto a estas figuras, en diversos entierros, se encontraron hachas de piedras finas con geométricas estilizaciones del dios jaguar, y no es nada imposible que las hachas lisas, sin esgrafiado alguno, representen, el concepto de este dios, como parece demostrarlo un conjunto de figurillas de jade que se encontraron enterradas en la venta, formando semicírculo alrededor de un sacerdote en cuyas espaladas se levantaban varias hachas pulidas que sugieren un ritmo mágico propiciatorio.
Se puede observar que en la escultura olmeca de pequeño tamaño, como en la monumental, la creación artística estaba normada por intenciones representativas semejantes. La deidad exigía formas abstractas. Los sacerdotes, formas naturalistas y sensuales. Entre estos dos causes estéticos los olmecas desenvolvieron todo su arte.
Casi todas las esculturas del área metropolitana están realizadas en basalto y en andesita, piedras que no se encuentran en la región; los bloques en que se fueron talladas tuvieron que ser desprendidos de las canteras y transportados a los sitios en que se iban a colocar, desde distancias de más de ochenta kilómetros. Los olmecas fueron los más antiguos escultores de Mesoamérica; trabajaron no solamente las piedras volcánicas para sus grandes monumentos, sino también las piedras duras, compactas y semipreciosas para sus tallas pequeñas, principalmente algunas jadeítas traslucidas de color verde esmeralda, azul verdoso o grisáceo.
En las culturas olmecas es evidente una voluntad de forma, destacan en ellas: la preferencia por el volumen, el ritmo interno de la forma cerrada, el predominio de las figuras redondeadas que cubren las estructuras de formas geométricas.
El escultor olmeca no tuvo predilección por los planos, los ángulos, las aristas o la simetría absoluta; el agresivo geometrismo aparente no encajaba con su sensibilidad.
En la escultura mesoamericana solo los olmecas y, siglos después, los aztecas, lograron monumentalidad en la verdadera escultura tridimensional.
Los olmecas representaban en sus esculturas: figuras compuestas, figuras en forma de animales y figuras humanas.
Las figuras de animales no abundan ni en pequeñas ni en grandes dimensiones, y no son representados de forma naturalista, se exageran o se distorsionan o se esquematizan algunos de los elementos que las constituyen, los animales más representados son el jaguar y la serpiente.
· CONCLUSION:
Es poca la información que se tiene sobre esta cultura, pero por lo poco que conocemos, me parece muy interesante que podemos decir que los olmecas tenían su técnica para la realización de sus esculturas y sus monumentos, nadie sabe cómo fue que aprendieron a dominar esta técnica con materiales tan difíciles de modelar, además que todas las figuras que creaban tenían forma humana, forma animal o eran una combinación de humanos y animales, como retratos de sus dioses o guerreros que eran las cabezas enormes que creaban a las que agregaban formas animales como la boca de jaguar y algunos rasgos felinos, además utilizaban tocados para identificar que se trataba de alguien importante como un chaman o alguien con poder, es fácil de identificar las figuras olmecas ya que tienen rasgos muy representativos que son difíciles de no identificar, además que estas cabezas que construían eran utilizadas como en rituales ya que se encontraron muchas cabezas enterradas y algunas mutiladas, además que muchas de sus esculturas eran representaciones de personas con malformaciones y estas las representaban ya que para ellos las malformaciones eran vistas como algo divinizado, se creía que se trataba de personas tocadas por los dioses
· BIBLIOGRAFIA:
- Arte indígena de México y Centroamérica
Miguel Covarrubias
- El arte mexicano
Arte prehispánico III
Sep. Salvat
- Arte mexicano
Época prehispánica
Raúl Flores Guerrero
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